martes, 21 de mayo de 2013

BIOCOMBUSTIBLES


Biocombustibles

Publicado el 2 Febrero, 2012 por Tomás Unger

El reemplazo de los hidrocarburos en la generación de energía es el principal medio para frenar el calentamiento global y el cambio climático. Se trata de reducir en lo posible, el consumo de carbón, petróleo y, en menor grado, del gas. Una de las maneras de hacerlo es reemplazando los hidrocarburos con “biocombustibles”.
Estos son generalmente alcoholes producidos por fermentación de azucares extraídos de vegetales. Para este fin se usa desde el maíz, muy poco eficiente, hasta la caña de azúcar, la mas eficiente después de las frutas, que resultan económicamente inviables.
El problema de los biocombustibles es que requieren áreas de cultivo, que producen alimentos. Diversos cálculos indican que, si reemplazamos el petróleo con biocombustibles, nos quedaríamos sin comida. Esto reduce grandemente las posibilidades de los biocombustibles como sustituto de los carbohidratos, y limita su empleo a ciertas zonas y cultivos.
Ahora ha surgido una nueva especie de biocombustible que ofrece grandes posibilidades, no requiere terreno de cultivo y dispone de áreas ilimitadas. Se trata de las algas, en particular del Kombu. Usada hace tiempo como alimento en diversos países de Asia, esta alga es una planta con alto contenido de carbohidratos susceptibles a ser convertidos en combustible.
Recientemente un grupo de investigadores dirigido por el doctor Yasuo Yoshikuni ha logrado modificar genéticamente la bacteria Escherichia coli para que fermente los azucares contenidos en el alga kombu alga para convertirlos en etanol. Por el momento el proceso esta a nivel de laboratorio, pero se espera iniciar pronto la fase industrial. De ser exitosa, la obtención de biocombustibles de algas abriría un nuevo panorama a los biocombustibles.
 

 

 

 

sábado, 11 de mayo de 2013

¿Es la agricultura una actividad extractiva?





En el Perú y en otros países de América Latina se debate sobre el modelo «extractivista», entendido como la característica principal de un estilo de crecimiento económico centrado fundamentalmente en la explotación de los recursos naturales, sobre todo en la extracción de recursos mineros y de hidrocarburos.

Hay varias críticas a este modelo. En primer lugar, depende principalmente de la generación de rentas, es decir, de una ganancia que se basa sobre todo no en la eficiencia ni en la competitividad, sino en el simple hecho de que el Perú —y algunos otros países— tiene recursos naturales que otros países no poseen o por lo menos no en la abundancia requerida, razón por la cual los que sí cuentan con esos recursos pueden cobrar un plus, una renta. El Perú tiene muchos y diversos recursos naturales; por ello, la renta que obtiene es cuantiosa.

Una segunda crítica al modelo extractivista es que genera escaso valor agregado. El valor agregado lo da la transformación de las materias primas en bienes con gran contenido de conocimiento. El Perú exporta, sobre todo, materias primas poco procesadas, e importa esas mismas materias pero ya transformadas intensamente, como computadoras, complejos bienes de capital, etc.

Un tercer rasgo del extractivismo es su referencia casi exclusiva a recursos naturales no renovables, como los minerales, el gas y el petróleo, que una vez extraídos no se pueden reponer.
La pesca y la agricultura, ¿son actividades extractivas? La pesca es extracción de peces del mar, lagos y ríos; pero, a diferencia de los minerales y los hidrocarburos, es un recurso renovable. Sin embargo, puede no serlo si la falta o violación de la regulación de la pesca termina con la reducción y eventual extinción de especies pesqueras.

¿Y la agricultura? Es una actividad también renovable (aunque hay modos de hacer agricultura que destruyen, a la larga, los recursos de los que depende); la pregunta es si nuestra agricultura moderna puede ser una actividad de alto valor agregado. Puede serlo si antes de la producción agrícola misma hubiese una intensa, abundante investigación biológica, física, química, agronómica, etc., de alta calidad, que diese lugar, por ejemplo, a variedades de plantas y semillas de alto rendimiento y resistencia a los avatares climáticos, en escalas mucho mayores que los modestos avances actuales; a técnicas de cultivo altamente productivas y al mismo tiempo sostenibles; etc. Ello implicaría que las universidades —no una o dos, sino la mayoría; sobre todo, las de provincias— tengan suficientes recursos financieros; personal calificado del más alto nivel y en cantidad suficiente; laboratorios modernos; vinculación intensa y sistemática con la comunidad científica internacional; y, principalmente, una clara conciencia de su misión como universidad. Implicaría también que estos conocimientos fuesen extensamente difundidos. Todo esto es difícil de alcanzar sin una política estatal de mediano y largo plazo.

Lo que más caracteriza a nuestra agricultura moderna es que sea, en alto grado, una «maquila» que importa semillas, insumos, bienes de capital, software, asesores; es decir, que importa insumos ricos en conocimientos. ¿Y qué aporta? Sobre todo, recursos naturales: tierra, agua, buen clima, y mano de obra barata; también, un cierto talento empresarial y comercial.

Sería injusto decir que las universidades peruanas y otras instituciones de investigación no aportan (lo hacen, pero a una escala clamorosamente insuficiente), o que no haya empresarios agrícolas progresistas y creativos. Pero mientras no haya un salto cuantitativo y cualitativo, nuestra agricultura puede estar muy cercana de ser calificada como una actividad extractivista.

 

martes, 7 de mayo de 2013

Sostenibilidad

sostenibilidad
El mundo enfrenta una crisis más profunda que la económica, los conflictos étnicos y políticos: la sostenibilidad de nuestros patrones de consumo. La creciente población mundial aspira alcanzar más altos niveles de vida, una aspiración justa que supone un mayor consumo. El consumo abarca, desde el agua, el alimento y la energía, hasta los materiales para la ropa, la vivienda y lo que esta contiene. Estos patrones de consumo, que ya han alcanzado niveles insostenibles en los países desarrollados, son ambicionados por un creciente número de personas.
La consecuencia es una presión sobre los recursos del planeta que en algunos sectores ha pasado el punto de quiebre. En otras palabras, hay sistemas que han superado su punto de elasticidad, o sea su capacidad de recuperarse. Como consecuencia, desaparecen especies y colapsan ecosistemas. En ciertas regiones escasea lo básico: el agua y los alimentos. Se ha creado una situación de conflicto entre los patrones de consumo de una parte de la humanidad y la sostenibilidad de los recursos del planeta. El ejemplo más reciente que ilustra el conflicto son los biocombustibles. Para que unos puedan seguir andando en automóvil, otros tendrían que dejar de comer.

NUESTRO MEDIO AMBIENTE
La humanidad está tomando conciencia –mejor tarde que nunca– de la crisis de sostenibilidad. Nuestro país ha tomado una medida valiente: ha creado el Ministerio del Medio Ambiente. La considero valiente porque será un sector del ejecutivo que deberá enfrentar muchos conflictos. Es más, su razón de ser es el conflicto intrínseco entre los patrones de consumo y los incentivos económicos, y la sostenibilidad de los ecosistemas que han hecho posible hasta ahora la vida tal como la conocemos.
La selección de prioridades es lógica pues enfrentamos los problemas inmediatos. El agua, los desagües, la contaminación de ríos y la tala de bosques son problemas prioritarios. Pero habrá más. En la medida en que la autoridad y cuente con el apoyo del gobierno, tendrá que enfrentar problemas en todos los sectores. En un momento dado, muchas actividades económicas entran en conflicto con la conservación del medio ambiente.
En nuestra historia tenemos ejemplos dramáticos, como los humos de la Oroya y Toquepala, los relaves de la sierra central, la bahía de Paracas, etc. Por supuesto que no somos los únicos ni los peores, pero el mal de muchos no es consuelo. A través de la historia, los patrones de consumo han alterado el medio ambiente. A partir del siglo XVI los bosques de Europa se fueron a navegar para construir imperios, le demanda de carbón de la revolución industrial hizo destrozos y oscureció el campo.

EL CONSUMO
La extracción de materias primas ha ido creciendo aún más rápido que la población mundial. Los avances tecnológicos han hecho posible un ritmo de extracción que no era soñado al inicio de la Revolución Industrial. Uno de los ejemplos es la pesca. Donde antes se usaban arpones y redes jaladas a mano desde embarcaciones a vela, hoy cañones y barcos factoría están acabando con las ballenas y peces en diversos mares del mundo. Es más, la preferencia del hombre por ciertos productos ha hecho que se rompan cadenas alimenticias quebrando sistemas ecológicos, como en nuestro caso la desaparición de la merluza por sobrepesca de la anchoveta.
El consumo alcanza todos los campos e impacta el ambiente por muchos lados. Las inofensivas gaseosas y los centros comerciales producen a diario toneladas de plástico, de larga vida y difícil reciclaje. En diversas partes del mundo los neumáticos usados atrapan lluvia y, sin peces que se coman las larvas, son el criadero ideal de mosquitos. La basura electrónica, con cientos de millones de artefactos desechados cada año, no encuentra lugar y termina yendo a países africanos con resultados desastrosos.
Hay mucho que hacer de inmediato. El balance es delicado, porque muchas industrias se establecieron contando con la ausencia de restricciones, o la laxitud de los encargados de hacerlas cumplir.